Tour «Desayunos» 2013: Aldo’s

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Ok, esto no es estrictamente un desayuno. Es un regio almuerzo que lleva el nombre equivocadísimo de brunch. Pero está buenísimo y es una gran, gran opción de anti-domingo o, en palabras de Carlos Busqued, aunque frivolizando, un gran retardador de suicidio. En cualquier caso, Aldo’s es una vinoteca instalada casi en el microcentro, o sea que en fin de semana la zona (mi barrio) es un desierto, a excepción de la calle Defensa, que es un infierno. Pero Aldo’s, por más que esté instalado en un edificio art déco preciosísimo, no tiene nada que ver con el barrio, con la Argentina, con esta época; es un enclave a lo años 40 en el medio de Montserrat, donde suena jazz todo el día, en penumbras, y se venden unos vinos riquísimos a buen precio. Al entrar se tiene la sensación inmediata de haber sido transportado a otro lugar, otro momento, ser otro. Qué mejor augurio para pasarla bien.

El denominado brunch se sirve sábados y domingos de 11 a 17, y el lugar tiende a llenarse hacia las 2 de la tarde. Consiste en una entrada, un plato principal, un postre y un café; esto más, y este es el dato clave, todo el champagne, vino blanco y vino tinto de Saint Felicien que uno esté dispuesto a tomar (desde mi punto de vista, la potencialidad en domingo es infinita). Tengo que aclarar que en este caso el lugar y el ambiente lo son todo, y que hay que entrar en sintonía o ni molestarse en ir, porque la propuesta es derivar hacia la nada y prestar cada vez menos atención a todo hasta hundirse en el asiento de corderoy finito negro, con bordecito rojo, parpadeando con las pocas luces del lugar. La cocina en sí tiene días. He ido en días buenos, días malos y días ok. El brunch se comienza por unos huevos: mollet, revueltos u omelette, todos sobre una tostada de pan casero, que viene con unos quesitos y un cuarto de dátil. Pienso que la mejor opción es el omelette con queso, un poco más corpóreo que el huevo mollet o los revueltos, todo básicamente bien. Se sigue con el principal: gravlax con palta, papas en cuña y ensaladita de verdes varios, o lomitos al malbec con ídem, o pechugas grilladas con mostaza de Dijon, o la tarta vegetariana del día. Hemos probado el salmón y el lomito y han estado especialmente deliciosos un día y ok en otra vuelta. Aclaro que el gravlax parece hecho in situ y que tiene un sabor diferente a los salmones industriales que se comen por ahí, un poco más acentuado. Las papas son normales y la ensalada lo mismo. Las porciones son bastante grandes. El pan es excelente: una cosa esponjosa y tibia que se deshace en la boca, y las tostaditas que lo acompañan también. Lo bueno es que cada plato va acompañado de profusos ofrecimientos de alcohol: para empezar el espumante, que es increíblemente rico y da para seguir forever, luego el blanco o el tinto, o el blanco y el tinto; en cualquier caso, la comida se acompaña muy bien. La atención es muy buena pero no insistente ni cargosa, y el menú incluye además agua y muy buen café (no quemado pero intenso). De postre, las opciones incluyen queso y dulce, panqueque de dulce de leche con helado, budín o frutas de estación. Descartando estas últimas, que jamás se me ocurriría pedir en un restaurante, diría que la opción es el panqueque: gordo de dulce de leche y de masa gruesita, quemadito. El queso y dulce es una porción bastante grande de membrillo y queso semiduro, muy rico, y el budín es un budín-budín, como de té, que para mí no está en el registro postre pero igual es rico. El precio por persona es de $160 y hay un descuento interesante con Guía Óleo. Para estos domingos fríos, grises y lluviosos es difícil pensar en mejor plan. Volveremos una y otra vez. Le doy 4/5 julinarios.

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